Goya en Burdeos, de Carlos Saura (1999)
La historia sucede en la segunda mitad del Siglo XVIII y comienzos del XIX. Goya fue testigo de intrigas políticas y románticas en los últimos años de la invasión napoleónica en España. El exilio en Burdeos y el comienzo de sus pinturas oscuras y macabras, en sus postreros años de su vida, son el comienzo del film con un Goya sordo e interpretado por Rabal. Los recuerdos de su juventud y los flashbacks en su narración hacia su hija Rosario, muestran al joven artista en los vericuetos de la corte. Principalmente sus recuerdos refieren a su persecución de Cayetana, la Duquesa de Alba. A los 82 años, exiliado en Burdeos junto a Leocadia Zorrilla de Weiss, la última de sus amantes, Francisco de Goya, reconstruye para su hija Rosario los acontecimientos que marcaron su vida, una vida en la que se suceden convulsiones políticas, pasiones emponzoñadas y el éxtasis de la fama. Recordará al Goya joven y ambicioso que lucha por subir los resbaladizos peldaños de la corte de Carlos IV, donde vivirá el reconocimiento y la fortuna, las intrigas de palacio y el juego de la seducción y la mentira. También rememorará a su único amor, la Duquesa de Alba, una mujer que redibujó su vida y la historia de su tiempo, y cuya existencia quedará truncada por el veneno de las conspiraciones.
Goya en Burdeos
1999. España. 104 min.
Director y guión: Carlos Saura
Música: Roque Baños
Fotografía: Vittorio Storaro
Reparto: Francisco Rabal, José Coronado, Maribel Verdú, Eulalia Ramón, Dafne Fernández, Mario de Candia, Franco di Francescantonio, La Fura dels Baus
La lechera de Burdeos | Nació en Fuendetodos, Zaragoza, en 1746. En Zaragoza acudió a una Escuela de dibujo y fue aprendiz de el taller de pintura de José Luzán, donde conoció a los hermanos Bayeu, que le abrieron sus puertas en su taller de Madrid y donde conoció las luces, los brillos y el abocetado de la pintura. Sus primeras pinturas de importancia las hizo en Zaragoza, en 1771, de temática religiosa. Pronto recibe los primeros encargos de la Corte, para la Real Fábrica de Tapices, cartones que después se transformarán en tapices y trabaja sin cesar, hasta abrirse camino en la Corte. Carlos IV lo nombró Pintor de Cámara en 1789, y la mayor parte de la Corte pasa por su estudio para hacerse retratos. Tras una enfermedad que lo dejó sordo de por vida, su carácter se hizo más ácido y cambió su manera de trabajar. En 1795, siendo ya Director de Pintura en la Academia de San Fernando, conoció a los Duques de Alba. Cuando enviudó la duquesa, Doña Cayetana, cuya belleza y personalidad tenían cautivado al artista, le sirvió de inspiración y modelo en multitud de dibujos y pinturas, los Caprichos y, tal vez, Las Majas. En 1798 realizó los frescos de San Antonio De la Florida, en los que representa al pueblo madrileño asistiendo a un milagro y poco después la Familia de Carlos IV. El debate interno que supuso para Goya el estallido de la Guerra de la Independencia en mayo de 1808 se reflejó en su pintura, más triste y oscura, El Coloso o Los desastres de la guerra. Al finalizar la contienda pintó sus famosos cuadros sobre el levantamiento de los madrileños y a Fernando VII, que aunque no se caen bien, frenó algunos problemas que tenía el pintor con la Inquisición. La Corte madrileña prefería un pintor de trazos más finos y Goya fue sustituido, lo que le llevó a un periodo de aislamiento, enfermo y amargado, recluido en la Quinta del Sordo, en las afueras de Madrid, donde hizo las Pinturas Negras, en las que recoge sus miedos, sus fantasmas, su locura. Goya está harto del absolutismo de Fernando VII, y en 1824 se traslada a Francia, a Burdeos, donde se concentraban todos sus amigos liberales exiliados, y donde pasó sus últimos años y pintó su obra final, la Lechera de Burdeos, anticipadora del impresionismo. Murió a los 82 años. |
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